La música jazz puede ser caracterizada por eludir la ejecución de las interpretaciones a partir de la lectura de una partitura. No debemos olvidar que la base de su interpretación reside en la improvisación, sin olvidar el estilo jazzístico.
¿A qué nos referimos con el término improvisación?
Improvisar significa que el intérprete de la canción “hace suya” la obra, es decir, la melodía hace función como el tema predominante. Lo más característico de la improvisación es que se centra en mayor medida en el intérprete en vez de en el compositor de la obra. El jazz recupera en la música occidental la improvisación como esencia musical.
Los recursos musicales de los que cuenta este estilo son las “blue notes”, y con ello hace referencia a la escala de blues, síncopas, vibratos y glissandos, ritmos múltiples, etc.
Frecuentemente, el jazz es interpretado por formaciones musicales en las que destaca un instrumento solista (al que se le atribuye el término de “concertino”) al cual lo acompaña una sección rítmica (llamada “ripieno” y que suele estar formado por un contrabajo, una batería, un bajo electrónico y algún instrumento armónico como el piano o la guitarra).
La variabilidad de las formaciones musicales en este estilo es algo que lo caracteriza, pueden ser tríos, cuartetos, quintetos, solistas sin acompañamientos sin olvidar, por supuesto, las Big Bands.
Finalmente, el concepto de jazz se define bastante bien como la “libertad interpretativa” que posee la persona que va a ejecutar una obra.
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